08.08.17

Influencers o moda


No hace mucho tiempo, cuando una empresa o un pequeño negocio necesitaban de un consejo  acudían principalmente a sus familiares, a sus vecinos, a los compañeros de trabajo o se fijaban en la competencia. Era como ir a la farmacia y pedir asesoría por un medicamento. Se confiaba y se creía en el farmacéutico.
De alguna manera, esas personas influían, su opinión era determinante y referían ideas para el producto o la marca. Con los nuevos tiempos las empresas, las grandes marcas e Internet han consolidado el concepto de qué es necesario y puede ser una ventaja acudir a alguien para que influya en el mercado. Es lo que  se conoce como Influencers.

Según Global Trust in Advertising Report 2015 de Nielsen, el 83%  de los consumidores confían plenamente en las recomendaciones de familiares y amigos. Ahora hay que añadir a los Influencers, que en poco tiempo se han convertido en unos generadores de opinión del mercado global.
Ese márquetin de influencia es una promoción explícita que usa la imagen de una persona, con una estrategia de contenido, que pretende dar credibilidad y hablar en positivo del producto o marca. Lo realizan personas famosas o no tanto, que de alguna manera influyen en el mercado, gracias a que son reconocidas en el mundo digital. Su opinión es válida, respetada y ofrece seguridad entre el público objetivo. Gracias a su popularidad y a la capacidad para influenciar son esenciales para que un producto o marca se rentabilice.

¿Quiénes son y en qué destacan? 
Los Influencers son personas de cualquier ámbito, se mueven por los medios online como webs, blogs, canales de YouTube, podcast, aplicaciones y en las principales redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, LinkedIn, Snatchapp, entre otras. También tienen presencia en los medios tradicionales; prensa, radio, televisión. Su factor principal son las relaciones públicas, los contactos, el grupo de conocidos o simplemente seguidores, hay para todos los públicos, edades y sectores.
Los Influencers destacan en diversos sectores como la música, la moda, la belleza, los deportes, la gastronomía, los viajes, las nuevas tecnologías, la salud, el humor, el ocio, la fotografía, el periodismo, la televisión, el cine, los video-juegos, el motor, la joyería, la política entre muchos otros.
El primer ámbito de influencia correspondería a los periodistas, escritores, blogueros de los medios de información tanto impresos, analógicos o digitales.

En un segundo renglón están las personas famosas o “celebritis”, con mucho prestigio por su labor pública; llámese deportistas, cantantes, presentadores de televisión, expertos en nuevas tecnologías, humoristas, actores, youtubers, blogueros, instagrammers, fotógrafos y un largo etc. Otro ámbito, sería el de los Influencers “anónimos” que aunque no les conoce mucha gente, logran con un vídeo, un comentario, un audio o una acción en las redes sociales convertirse en verdaderas estrellas “virales”. Con el mundo digital, cualquier ciudadano anónimo puede convertirse en un personaje famoso y viceversa.

Aunque los Influencers viven fundamentalmente de su público, lo que más atrae a las empresas es la credibilidad que proyectan en los espectadores, transmiten confianza. Estos dos elementos son esenciales para la expansión de marcas y productos. La definición de márquetin en un sentido amplio de venta, producto, canales digitales y objeto.

Es tal su repercusión, que en los últimos años algunos países como Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, España o México, elaboran listados de los Influencers más solicitados en las redes. Incluso en España la agencia Influencity realizó recientemente la primera gala para premiar a los mejores en la red 2016.
Esta misma agencia proporciona una amplia agenda de los mejores Influencers del mundo. Se puede contactar con ellos, buscarlos por ciudad, saber la red en la que destacan y el tema que dominan. En España una cadena de televisión buscará a la mejor  Influencers relacionada con el mundo de la moda.




Hace poco fue presentada sclusib.com una aplicación que  nació para unir a los fans con sus estrellas. Un proyecto de jóvenes influencers con unos resultados extraordinarios. Sclusib es una App donde instagramers, tuitstars, youtubers y viners crean una comunidad interconectada. También tiene su propia lista de los 100 más influyentes y un ranking de fan número 1.

No existe una única lista, los rankings de los más seguidos depende de las redes sociales, los números de fans y las tendencias. Por ejemplo en Twitter, las estrellas de la música dominan el ranking de las cuentas, el cine está en 2o puesto y le sigue el Deporte. En Facebook el líder es Eminnen con casi 50 millones de fans, escoltado por Rihanna con 47 millones y en 3er puesto Lady Gaga con 45.6 millones de seguidores. En Instagram la primera es la cantautora y actriz estadounidense Taylor Swift con 820 posts publicados y 59.8 millones de seguidores. También están Beyoncé, con 1.212 posts y la siguen 54,5 millones de personas y Ariana Grande, tiene publicadas 2.028 fotos y vídeos y la siguen 52,9 millones de usuarios.

Igualmente, hay que subrayar a los youtubers quiénes cada día ganan espacio en el márquetin, en 2015 se realizó una gala para premiarlos. Por ejemplo PewDiePie con 6.650 millones de visitas y 32 millones de suscriptores, seguido por Smosh con 6.180 millones de visitas  y 32,81 millones de suscriptores, uno de los más populares entre los niños es Vegetta con más de 14, 5 millones de suscriptores.

En lo referente a las blogueras, en España sobresale la actriz Blanca Suárez en Instagram con 543K, considerada una de las más influyentes con su página personal. El portal brandmanic formaliza una lista de las mejores y más influyentes de la moda en el mundo.

En definitiva, el notorio márquetin; la venta puerta a puerta o el boca a boca, eran y son destrezas de mercado y venta que llevan toda la vida con nosotros. Pero en estos tiempos de Internet, de nuevas tecnologías y de redes sociales son insuficientes. El mercado evoluciona, las compras, las ventas, las comunicaciones trascienden, hacen que cada día se conciban nuevos mecanismos de márquetin, en un mundo más globalizado. Una de ellos se reconoce como los influencers, veremos sí llegó para quedarse o será una moda pasajera.

Rafa Cely Ulloa
Divulgador multimedia
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31.01.17

Todos somos inmigrantes, incluso Trump




Hace un año escribí este texto a propósito de una ley que quería  aprobar el Gobierno de Obama sobre la legalidad de algunos extranjeros. Hoy unos meses después  lo actualizó  para reafirmar que pese a las nuevas políticas racistas y discriminatorias del presidente Donald Trump, en el fondo "todos somos inmigrantes".

Basta echar un vistazo a la historia del hombre para comprobar que la mayoría, por no decir todos, los pueblos se conformaron por mezclas y dominación. Las sociedades civilizadas basan su perfección, precisamente, en eso, en la maravilla de tener parte de otros. No hay nación que no sea resultado de esa mescolanza, para bien o para mal. En pocas palabras, inmigrantes somos todos.

Y así, lo señaló el  ex presidente de los Estados Unidos Barack Obama el año pasado, para defender la idea de que los Estados Unidos es un país de inmigrantes, "eso sí, exceptuando los indios, los demás son de origen extranjero. "Todos somos inmigrantes. Eso es lo que somos. A menos que tú seas uno de los primeros estadounidenses, un nativo americano, eres un inmigrante. Y es algo que tenemos que reconocer".

El gobierno de los Estados Unidos, intentó sin éxito hacer una reforma migratoria que permitiría legalizar a 5 millones de personas sin papeles ni derechos sociales. Obama reprochó al Partido Republicano, su incapacidad para ofrecer alternativas a sus propuestas. La aprobación o no de la Ley dependía, entre otras de la voluntad política mirando el horizonte electoral que se venía y del cuál ya sabemos el resultado. El Partido Republicano no logró ni el 40% del voto de origen hispano  y pese a ello pudo ganar, gracias a la verborrea de un candidato clacista y sin experiencia de gobierno como nuevo inquilino de la Casa Blanca.



El presidente Donald Trump decretó  hace unos días el cierre temporal de las fronteras de Estados Unidos para los inmigrantes de siete países de mayoría musulmana y para refugiados de todo el mundo. La decisión, anunciada en el Pentágono, llega días después de que el nuevo presidente ordenase la construcción de un muro en la frontera con México para frenar la entrada de inmigrantes indocumentados latinoamericanos. Ambas medidas cumplen promesas electorales de Trump. También prohíbe durante 90 días la entrada de extranjeros de varios países. No los detalla, pero el decreto remite a otro texto que se aplica a Siria, Irán, Sudán, Libia, Somalia, Yemen e Irak.

Con estas medidas queda clara la nueva política de fronteras y de racismo fragrante del nuevo mandatario. Lo que ha generado una ola de manifestaciones en muchas ciudades del mundo y en las principales de los Estados Unidos, incluso la medida ha sido denunciada y bloqueada legalmente pero se mantendrá. Olvida el presidente Trump que esta en juego la política internacional y la seguridad de muchas personas inocentes, pero más allá de las censuras impuestas o los deseos de construir un muro en la frontera con México, olvida el presidente Trump que en muchas de sus empresas trabajan extranjeros y muchos de ellos le han ayudado a construir su imperio, son los mismos inmigrantes que quiere expulsar, incluso su familia paterna emigró de Alemania y su esposa es de origen esloveno, lo que hace toda una contradicción. Incluso una cábala nos haría pensar que él mismo es migrante, aunque llegase a los Estados Unidos muy pequeño, pero es posible. Que levante la mano quien se considera " puro de raza".

La migración es ciclíca

La migración es un fenómeno cíclico, humano casi natural. Desde épocas antiguas el hombre ha buscado nuevos retos, nuevas experiencias, ya sea por necesidad o expectación. Los movimientos de población han alcanzado tal dimensión que los analistas auguran que el siglo XXI será el siglo de las migraciones.

Por eso, no extraña que esas migraciones hagan nuevas sociedades, nuevos pueblos y mejore la calidad de vida. Dentro de los propios países hay migraciones y movimientos de población. "Desplazados", llaman en Colombia a las personas que huyen de una región a otra por culpa de la violencia desenfrenada. Es difícil  explicar cómo algunos políticos no comprenden esta realidad que afecta al mundo. Las migraciones son tan necesarias como los nacimientos o las muertes en una nación.

Esos movimientos de población tienen sus  ventajas y está demostrado por pasiva y por activa  su aporte a los países receptores. Sin embargo, muchos se mueren en el camino deseando llegar. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde),  “cerca de 40 mil personas han muerto intentando cruzar su frontera”. Los mismos países pertenecientes a esta organización, albergan 115 millones de extranjeros.


En un reciente informe de la Organización Internacional de Migraciones (OIM), se confirmaban los cinco corredores de migración más letales del mundo: Fronteras europeas a través del Mediterráneo  con migración africana, asiática y cuya puerta de entrada es Ceuta y Melilla en España; El Sáhara, con migración proveniente del Norte de África (Libia y Egipto); Río Grande, con movimientos de población desde México a Estados Unidos (América Central), en esta ruta es conocido el “tren de la muerte”, por el que miles de centroamericanos recorren México para llegar al conocido “paraíso americano” y en el que mueren  jóvenes asesinados en la más impune crueldad; El Cuerno de África, hacía Yemen y Sudáfrica: El quinto corredor es el denominado “Los Boat people” de Oceanía, cuyo objetivo es Australia. Movimientos migratorios desde Oriente Medio, Asia Central y el Sudeste.

Existen otros corredores menores de la migración como el de la frontera Colombo-venezolana; el de Paraguay hacía Brasil  en Sudamérica y  más recientemente el de Kosovo, que se está quedando sin población por la emigración tras la pobreza, el desempleo y el hambre. La ruta a través de Hungría para llegar a Alemania. Estambul es la parada obligada para los árabes y entrada a Europa. Los turcos saben muy bien del proceso migratorio y de integración, son coparticipes de esta  Alemania próspera y desarrollada.


La migración debe ser entendida como procesos sociales que acarrean cambios y estrategias: nuevas formas de vida, de concebir y comprender a los seres humanos de este siglo cavernícola. En esta coyuntura donde se percibe el progresivo arraigo de una identidad posnacional basada en la dimensión universalista del denominado patriotismo constitucional, como lealtad a los principios políticos de libertad y democracia, no deberían existir exclusiones o recelo por los que vienen de afuera. La inmigración como fuerza intrínseca de la nación.

Aunque poco, el mundo moderno empieza a entender la migración, pese a los grupos de ultraderecha y xenófobos o los radicalismos fanáticos y religiosos. Las sociedades aprenden a convivir con los negros,  los latinos,  los judios, los blancos,  los chinos, los árabes o todos juntos como lo ha hecho el cine, estupendamente. Precisamente, el séptimo arte ha logrado reflejar  a su sociedad. En los últimos años se han hecho más películas sobre el tema que en la última década: Para la muestra: Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?, de Christian Clavier; 300 Worte Deutsch de Züli Aladag: Samba de Eric Toledo y Perdiendo el Norte de Nacho Velilla. En clave de comedia se nos muestra un mundo posible en el que cabe la diferencia y el respeto.


fotograma de la película francesa ¡Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?,

No nos alcanzaría el espacio para describir el aporte de los inmigrantes como lo recordó Obama y que se podría aplicar para cualquier país: "Estados Unidos es fuerte porque, generación tras generación, los inmigrantes abrazaron los ideales de Estados Unidos y después lucharon por sus ideales, y lucharon en guerras para defender nuestro país, y construyeron empresas que dieron empleo a la gente, y ayudaron a construir los ferrocarriles y las autopistas".

Inmigrante es tu novia o tu amante, nuestra jefa, el señor mayor, la vecina cotilla y su perro, el compi de la universidad, el cantante, el hombre de la calle, el mecánico, la mujer de mi amigo, la vecina de mi padre, sus amigos y los de ella, el conductor del autobús, el taxista, inmigrante es el falso comercial, el político, el policía, la enfermera, la psicóloga, el sacerdote, el vigilante de playa, el vendedor de ultramarinos, la dependienta, dice que no, pero claro que es inmigrante, los niños de ese parque son inmigrantes, el Papa, La Cicciolina,  Mick Jagger, Ronaldo, Melania e inlcuso Donald podría, Eric Clapton, Lionel Messi, Los Carrangueros de Ráquira, Samir Khedira, el presidente Maduro, Lolita, Robert De Niro, Sabina, Anais Nin, Steve Jobs, Jeff Bezos y un largo etcétera, en definitiva, no se asuste si se mira en el espejo y lo que ve es a un o una inmigrante.


Rafa Cely Ulloa
Divulador Multimedia
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08.08.16

Ética de la risa

El filósofo riojano Gustavo Bueno Martínez  fallecido hace poco y quien deja una inmensa obra en diversos temas como la ética, la cultura o la democracia. Bueno se licenció en Filosofía y consiguió en 1965 la Cátedra de Filosofía de la Universidad de Oviedo para convertirse en las décadas posteriores en uno de los catedráticos más polémicos.Su primera obra fue "El papel de la Filosofía en el conjunto del Saber" escrita en 1970, y es autor también de libros como "Etnología y Utopía" (1971); "Ensayos Materialistas"(1972); "Ensayos sobre las categorías de la Economía Política"(1972); "La Metafísica Presocrática" (1974) e "Idea de Ciencia desde la Teoría del cierre Categorial" (1976).Desde 1978 hasta 1984 dirigió la revista "El Basilisco", una de las publicaciones de temas de pensamiento más prestigiosa de España.
Nosotros homenajeamos su pensamiento con este texto sobre la Risa, la burla, el ridículo o la sátira, muy a propósito de una actualidad digital, mediática online que nos sacude y que muchas veces no deja de  ser efímera e hipócrita.
divulgadormultimedia.blogspot.de


1. No siempre debemos reír de lo que es ridículo. Proposición que tiene para casi todos seguramente la 
estructura de una paradoja, porque prácticamente se concede como axioma su contradictoria. Lo ridículo es la causa natural y obligada de la risa, y, por supuesto, se considera también axiomático que aquello que mueve a risa es ridículo, y en consecuencia, desprovisto de prestigio axiológico. Así, como técnica suprema para desprestigiar una persona o un valor, consideramos hoy la ridiculización. En España poseemos incluso una revista que cultiva profesionalmente esta técnica, para descalificar un variadísimo repertorio de hábitos, creencias, situaciones. Su disolvente eficacia se proyecta sobre la ciencia, la administración, la vejez, la pobreza, la riqueza, el amor y el odio. Es un arte que influye poderosamente en la mentalidad de nuestras juventudes, porque sobreentiende que lo ridículo es vitando. Del mismo modo que, para el moralista, la maldad invalida una acción y exige su inmediata eliminación, o, para el lógico, el error es razón suficiente para rechazar una proposición, cualquiera que sea, así también para esta mentalidad esteticista es el ridículo el motivo que basta para condenar las realidades que lo implican. Sólo aquellas que se mantengan invulnerables ante la ironía podrán ser respetadas por el hombre despierto,que debe ser definido como un animal que ríe.

Esta mentalidad, sin embargo, conduce en ocasiones a juicios disparatados o profundamente injustos. Y en ocasiones erróneos: es así que la ironía excesiva es a veces más inocente e ingenua que aquello sobre lo que se ejerce. No solamente por caridad, sino por un apetito de verdad debemos abstenernos a veces de reír frívolamente de lo que es ridículo. Con frecuencia lo ridículo fluye de una perspectiva superficial, epidérmica de las cosas, y la risa maligna resulta también superficial, infantil, estúpida: injusta, en cuanto movida por el resentimiento.
La ética del reír es, así, para las generaciones jóvenes de hoy, de la máxima urgencia y actualidad. Pero sería imposible componer nuestro «risueño código» sí no sabemos algo esencial acerca de lo que la risa sea. En cambio, en posesión de esta alegre ciencia, los criterios éticos fluyen abundantemente y sin esfuerzo ninguno. Voy, en consecuencia, ante todo a exponer esquemáticamente las piezas con las cuales se edifica, según mi parecer, la esencia de la risa.
La risa es la reacción del entendimiento ante un objeto ridículo en sí mismo. Lo que se necesita ahora es proceder a la determinación de las características generales de los objetos o estructuras ridículas. Bergson ha sido, en su famosa obra La rire, el que, de un modo clásico, ha trazado los rasgos esenciales de las situaciones ridículas. Recuérdese la sagaz observación de que el hombre no ya es el solo animal que ríe –animal risíbilis– sino también el único animal que hace reír –animal ridículus–. Y su famosa ley que presidiría la comicidad de los gestos: «Las actitudes, gestos y movimientos del cuerpo humano son ridículas en la exacta medida en que este cuerpo nos hace pensar en un simple mecanismo».
2. Lo verdaderamente importante, para mi punto de vista, en este tipo de explicaciones de la risa, no reside tanto en el grado de precisión logrado al describir los rasgos esenciales de las situaciones ridículas, sino en la teoría de la risa que tales explicaciones subtienden: que la risa es la reacción especulativa del entendimiento ante determinadas situaciones que se llaman ridículas. A la risa corresponde un estímulo adecuado, el objeto ridículo. La risa brota, pues, como relación del entendimiento ante objetos determinados, a saber, desproporcionados o absurdos. Esta relación es esencialmente especulativa, si bien de la risa puede derivarse una subsidiaria eficacia práctica como crítica social, en tanto que es signo de que una desproporción existe y ha sido advertida con estilo risueño.
Llamaré teorías objetivistas, noemáticas, a estas teorías sobre la risa que insertan su esencia en el trato del entendimiento con objetos. Pero acaso las ventajas de estas teorías sean muy inferiores a las dificultades que es posible objetarles. ¿Por qué, en efecto, unas situaciones causan risa a algunos hombres y no a otros? ¿Por qué muchas veces mueven a risa situaciones que en sí mismas no pueden llamarse ridículas, sino todo lo contrario? He visto atacada de una risa intensa, histérica, es cierto, a una muchacha que abrazaba al desembarcar, a un familiar largamente esperado. Sobre todo, si lo ridículo fuese una cualidad de las situaciones objetivas, ¿por qué dejan de producir risa los chistes que hemos escuchado ya algunas veces? Si lo ridículo brotase de relaciones noemáticas, como lo verdadero, siempre que se ofreciese la contemplación de esas relaciones se suscitaría la risa, como ante lo evidente se suscita la certeza. La «sensibilidad», es cierto, podría embotarse, pero nunca transformarse en su opuesto.
La teoría que en este artículo quiero defender no es, he de decirlo ya, objetivista. Esto no significa que necesariamente sea idealista, en un sentido semejante al teórico de la belleza que la niega como cualidad de los objetos, convirtiéndole en categoría subjetiva que proyectamos en las cosas. El idealismo o el realismo son términos que no tomo aquí en consideración. Al apartarme de las teorías noemáticas de la risa, me apoyo simplemente en el presentimiento de que la cálida emoción de la risa no brota de la fricción, por decirlo así, del entendimiento con los objetos, sino de la fricción del entendimiento consigo mismo. Por eso llamo a la teoría que defiendo Teoría noética de la risa. En la medida que el solo entendimiento en el trato con los objetos –noemas– alcanza realidad viviente, la risa implica también conocimiento de objetos y de objetos determinados –según rasgos ridículos determinables en general–. Pero la risa no se produce formalmente en el momento en el cual el conocimiento conoce ciertos objetivos, como una respuesta (para hablar en términos behavioristas) a ellos, sino en el momento en que, gracias a ellos, en ellos, el entendimiento se conoce en sí mismo, y reacciona ante su realidad. En otras palabras, entre los componentes de una estructura ridícula no puede nunca dejarse de contar el propio intelecto. No sólo la risa, sino también lo ridículo implica la colaboración del entendimiento.
Teorías próximas a la teoría noética han sido desde luego propuestas, pero sin una conciencia plena de su significado y su traza esencial. Recordaré los nombres de Spencer, Lipps, Freud o de Otto Schauer.
Freud, por ejemplo, recurre a los conceptos de «energía psíquica» y «descarga» y al «manejo de la energía psíquica como una cantidad». Él conoce los chistes tendenciosos en el caso de que la crítica rebelde se dirige contra la propia persona. Pero se trata para él de un caso particular, que no toma conciencia de que, en general, según trataré de demostrar, la risa se dirige siempre contra sí mismo. La observación de Freud, es, pues, puramente empírica y sin valor teórico. Por lo demás, su teoría de la presencia de lo infantil en todo lo cómico puede absorberse en la teoría aquí defendida, interpretando lo infantil como encarnación de lo erróneo. La distinción freudiana entre el «chiste inocente» y «chiste tendencioso» (crítico) puede explicarse en la teoría noética –en la que todos los chistes han de ser críticos– como una subdistinción del chiste crítico que o se ejerce contra el entendimiento científico, o bien contra el pragmático.
3. Ahora bien, todas estas explicaciones de la risa –y de la familia de ideas correspondientes– adolecen de un mismo defecto fundamental: el ser meramente empíricas, el no constituir, propiamente, una teoría auténtica de la risa. Se limitan a señalar empíricamente vivencias, estados intelectuales que se encuentran en todo acto de reír –por ejemplo, el desatino, la vivencia de seriedad– pero sin insertar tales actos en una estructura inteligible que dé razón de su presencia y necesidad y sin interpretar el significado de tales vivencias o estados no ya como dados empíricamente en la risa, sino como piezas para construir la idea misma de ella. Por eso, estas teorías presumen ya la idea de la risa, en lugar de construirla teoréticamente: sus explicaciones incurren así en flagrantes círculos viciosos, porque introducen de antemano lo que se trata de construir.
Los principios en que fundamento la teoría noética de la risa son los dos siguientes:
1.º Que el entendimiento es una «facultad», una actividad que puede, no sólo sentir a los objetos, sino también sentirse a sí mismo, a la manera como el organismo no sólo experimenta sensaciones acusadas por estímulos exteriores, sino también otras originarias de sus propias vísceras (las sensaciones cenestésicas). El entendimiento, posee también una «sensibilidad cenestésica», si se me permite la metáfora. Es cierto que estas experiencias de sí mismo sólo podrá sentirlas un entendimiento ya nutrido y corporeizado con los objetos. Pues vivir es primariamente tratar con los objetos, con las circunstancias. Pero este trato, también posee en sí mismo una entidad, que va engrosando al filo del originario tratar con las cosas. Se constituye, de este modo, una «vida interior» de entendimiento poblada de ciertos estados afectivos, de afectos, sentimientos o emociones intelectuales entre los cuales, además del éxtasis, sorpresa, fruición cognoscitiva y otros muchos –cuyo sistema está por trazar– deberemos contar precisamente la vivencia de la risa.
2.º Que esta «vida interior» del entendimiento es de carácter biológico. Esto significa, desde el punto de vista teorético:
a) Que todo «acontecimiento» habido dentro de esa vida interior ha de tener una causa mecánica. Las descripciones de Spencer, Lipps, Freud, &c., entran dentro de esta categoría.
b) Que este acontecimiento ha de tener también una causa final, es decir, sin perjuicio de sus motivaciones mecánicas, ha de admitir una interpretación teleológica. Esta interpretación no necesita apoyarse en hipótesis metafísicas: puede mantenerse como hipótesis de trabajo, en el sentido que E. Russell la emplea en su soberbio libro sobre La finalidad de las actividades orgánicas. Ahora bien: en concreto, ¿en qué puede consistir la finalidad del entendimiento, en tanto que actividad viviente? De siempre se dice que el entendimiento apetece la unidad, tiende a la unidad como a su fin. Reconozco que esta afirmación es oscura y excesivamente abstracta. Pero como no es propio de esta ocasión aclararla, me limito a postular que unidad puede entenderse no en el sentido noemático del concepto o proposición en el cual se unificasen todos los demás, sino en el sentido noético obvio de coordinación, coherencia y adaptación mutua de los contenidos intelectuales entre sí, llamando verdaderos a los contenidos insertables en el contexto, y erróneos a los que resultan, más o menos transitoriamente, inasimilables en la totalidad. Por consiguiente, el sentimiento fundamental que el entendimiento tiene de sí mismo, será de naturaleza práctica, es decir, un sentimiento del «nivel» que ocupa en cada momento por respeto a la verdad o el error, prácticamente, a la aceptación o rectificación de su actitud ante algún contenido.
Las categorías de causa mecánica o teleológica, pueden y deben coexistir y el modo de coordinación esencial de ambas exige que el fin se considere como instancia anterior a las causas eficientes, como la razón por la cual éstas entran en acción. Si éstas actúan, es para conseguir una finalidad. En nuestro caso, la finalidad es la aceptación de la verdad y la rectificación del error –en el sentido arriba sugerido–. Cualquier acción intelectual deberá ser interpretada en orden a este fin, que será a su vez la razón de la actuación de las causas eficientes.
4. Ha llegado el momento de explicar, dentro de la vida interior del entendimiento, las condiciones esenciales en la producción de la risa. Uno de los más importantes trechos del movimiento intelectual, el razonamiento, ha sido y es universalmente concebido gracias a categorías sacadas de un movimiento muy plástico y sugestivo, desde Tales y Heráclito, para los filósofos: la corriente de un río: ¿acaso discurrir y discurso no son metáforas fluviales? Lo reconozco con evidencia, y en lugar de ocultar por humillante, la comparación, voy a apurarla hasta lo posible, aprovechándola en uno de sus momentos más pintorescos, a saber: cuando la corriente, tras un remanso, se despeña. El agua que se almacena en la depresión de una meseta –que llamo A– acumula energía potencial, razón de que la masa líquida se precipite en cascada por la primera garganta que, por cualquier motivo, aparezca en el circo que bordea a A. La corriente líquida discurre hacia B; y su violencia depende de muchas características, principalmente la diferencia de nivel entre A y B, así como también la cantidad de energía cinética acumulada y la anchura de la garganta. En la corriente intelectual, la gravedad que atrae a la energía espiritual –a la certeza– es la evidencia de las estructuras noemáticas (de las proposiciones). Aquella certeza es fluida, pasa y se comunica de unas proposiciones a otras por medio del «discurso». Pero si suponemos que la certeza acumulada en el remanso de una creencia, al encontrar salida se despeña hacia un considerable desnivel, que no puede ser otro que la creencia opuesta, una creencia que resulta, por ejemplo, absurda, entonces el discurrir espiritual no será uniforme y apacible, sino tumultuoso. Si además se suman ciertas condiciones –por ejemplo, que el desnivel sea agudo, súbito, abrupto; que sin embargo la corriente intelectual no se derrame a la caída, sino que encuentre un cauce para remontar otra vez su curso hacia la evidencia y la unidad– entonces la corriente intelectual se precipitará en cascada y esta cascada es la risa.
Ese cambio de rumbo, de adaptación rápida del entendimiento a una situación, puede dar lugar a un –permítaseme la expresión– escalofrío intelectual, que aproximadamente sería esto que llamamos «risa». Pero ¿cuál es, en concreto, la finalidad de este placentero y risueño escalofrío? ¿Para qué transforma el entendimiento esa energía risoria?
La respuesta me parece obvia: para recuperar su equilibrio, para tranquilizarse y regularizar su curso espiritual. Es así que la risa se produce cuando el entendimiento, al moverse, al discutir, transita de un error –un engaño, una ingenuidad más o menos arraigada– a una verdad por él advertida. Pero la energía acumulada en el engaño, debe ser «liberada», y además esta liberación ha de ser sentida por el entendimiento de un modo placentero, puesto que en ella se vive saliendo del error, que no es por eso nada grave, sino sencillo en sí mismo. Al reír, el entendimiento está sintiendo su error de un modo placentero porque –a diferencia del guión biológico, que se transformará en llanto– lo vive desde la verdad (en sentido biológico) reconquistada, y, en tanto que ríe consuma la «evaporación» de sus certezas erróneamente «embalsadas»; y gracias a tal evaporación la corriente intelectual se restituye a su nivel normal –una normalidad relativa a cada entendimiento. Confío en que todos pueden llegar a la evidencia de que la noción de corriente intelectual es algo más que una metáfora. A mi parecer, es correcto concebir a la certeza como una energía mensurable y fluida, que se derrama de unas proposiciones a otras; que se acumula a veces «en grandes cantidades» y otras veces casi desaparece; que «llena» en alguna ocasión continentes inadecuados, erróneos. En la risa, pues, lo que acontece no es sino la reintegración vital de la corriente de certeza a su curso de nivel regular, mediante una eliminación, comparable a la combustión respiratoria, de las «masas de certeza» erróneamente almacenadas en algún grupo de proposiciones objetivos. La risa es así, si se prefiere, la «respiración del entendimiento» en busca de la recuperación de su temperatura regular, de su equilibrio térmico: un placentero escalofrío espiritual. A fin de cuentas, tanto el temblor espiritual, como el corporal son movimientos del viviente en su juego de adaptación al ambiente que le rodea, a esta «víscera exterior» que es el mundo en torno. De este modo, el entendimiento, cuando ríe, está «criticando» comprensivamente su propia simplicidad e inocencia, mediante la liberación de la energía erróneamente acumulada en su engaño, que debe expulsar para recuperar su curso normal, es decir para que su movimiento sea otra vez causado por la evidencia de las nuevas proposiciones, y no por el impulso de la energía acumulada en las premisas erróneas. Dicho de una forma algo incorrecta, nos reímos siempre de nosotros mismos, y esto explica que la intensidad con que cada individuo siente la risa ante una situación análoga, se fundamenta en la economía propia de su entendimiento, en su propia sindéresis para la que cuentan también, desde luego. datos psicológicos generales de carácter «práctico».
5. La razón última de la risa reside, sin duda, en la naturaleza misma del entendimiento, en tanto que, al pensar abstractamente, puede «tallar» desniveles, cauces unilaterales pero imprescindibles que resultan luego inadecuados a la realidad complejísima y plástica, principalmente a la realidad sensorial. Por ello, es apropósito de esta adaptación cuando se desencadenarán con mayor frecuencia las emociones risueñas; aquí reside toda la escala de la risa cómica. El entendimiento se ríe ante una nariz en forma de lavativa en tanto que ha tenido que rectificar urgentemente la fusión de arquetipos abstractos y estáticos de la nariz y de la lavativa en diálogo. Momentáneamente ellos se le han fundido, por heterogéneos que parezcan; y a la par, se verá obligado a rectificar la idea arquetípica de nariz, en cuanto deberá concebirla como provista de la maravillosa propiedad de imitar alguna vez la forma de una lavativa. Nos mueven a risa los gestos de una cantante que vemos sin oír; y ello, porque hemos creído, durante una millonésima de segundo si se quiere, que movía los labios sin cantar, y cuando concluimos –por razonamiento– que está cantando, nos reímos de nuestro propio absurdo.La teoría noética de la risa explica satisfactoriamente la técnica del chiste, que es el arte de producir la risa deliberadamente. Ella da razón de los elementos esenciales que debe tener el chiste, y que son los siguientes: 1.º Encauzar al acontecimiento en rumbo equivocado, en un engaño que por lo demás se acepta para obtener el placer de la risa. 2.º La exposición retórica debe ser de tal naturaleza que sea el lector o interlocutor mismo quien rectifique el camino: por eso un «chiste explicado» pierde su capacidad risible. Es porque la energía de la risa debe sacarla cada uno de sí mismo. Por eso, el planteamiento del chiste, deberá proponer un esfuerzo al lector o interlocutor, para que él mismo «discurra» y «caiga en la cuenta». «Caer en la cuenta» equivale a sacar la conclusión de un racionamiento de un discurso implícito. El término medio debe quedar implícito, para que sea cada uno el que haga el esfuerzo conclusivo, y desarrolle la energía imprescindible para alimentar su risa.
Asimismo, la teoría noética de la risa da una explicación satisfactoria al significado de una reacción mímica muy importante en la vida social, pero muy descuidada por los psicólogos. Es la reacción que llamo «sonrisa de comprensión», que es la misma risa en función expresiva –es decir, comunicada a los demás–. Esta sonrisa es, por ejemplo, la que utilizamos al saludar a un desconocido que nos es presentado, o la sonrisa del superior que recibe a un inferior, &c., &c. ¿Cómo explicar estos gestos mímicos si no es dentro de la teoría noética? Para ella, esta sonrisa de comprensión es un gesto tranquilizador. Por ejemplo, lo que expresamos en esta sonrisa al interlocutor es que hemos apartado, por absurda, de nuestra mente la idea natural de recelo, o mala opinión que podría sugerirnos siempre una persona relativamente extraña; que hemos rectificado ya nuestro instintivo juicio, y es esta rectificación la que nos hace reír y sonreír de un modo tranquilizador, para el prójimo y para nosotros mismos.
6. Pero si la risa es, esquemáticamente, una autocrítica del entendimiento, ¿cómo explicar su eficacia agresiva contra los demás? Si la teoría noética es correcta, es preciso que demuestre que al ridiculizar al prójimo, seguimos criticándonos a nosotros mismos. Esta demostración es dialécticamente viable: basta suponer que lo que critico en mi mismo al reírme del prójimo es el juicio favorable que yo pueda tener acerca de él. Pero además tengo por cierto que esta explicación de la potencia combativa de la risa, no es buscada y artificiosa, sino espontánea y verificable psicológicamente. Al ridiculizar al prójimo, presupongo siempre en él ciertas propiedades buenas que le retiro cuando de él me río. Esta segregación de las propiedades buenas, proporcionadas, puede ser espontánea. Veo que un transeúnte resbala y la caída me hace reír. La ley de Bergson antes citada se aplica –de acuerdo con la interpretación noética de la risa– de este modo: Yo concedía al transeúnte las propiedades del ser viviente; pero ante su tropezón, rectifico por un momento mi juicio, súbitamente, y me veo obligado a considerarlo como un mecanismo. Existe un doble error en mi curso espiritual, al que me lleva inexorablemente el modo abstracto de concebir: primero, al creer que el transeúnte era un puro viviente; segundo, al creer, después de su pirueta, que es un puro mecanismo. Ambas certezas efímeras se rectifican mutuamente, y en el ajuste se «libera» una cierta cantidad de energía, que es la risa; gracias a ella, el entendimiento siente sus errores como puramente dialécticos, es decir, necesarios para el conocimiento de la verdad y por lo tanto relativamente inofensivos. Por ello, un entendimiento que no se ríe es un entendimiento rígido, poco flexible, mal receptor de su propias peripecias. Pero la segregación de las «propiedades buenas» del prójimo puede ser también deliberada; así como el chiste en general consistía en una técnica para producir artificialmente la risa, así también la ridiculización es una técnica para obtener deliberadamente el menosprecio para el prójimo. Esta teoría consiste en destruir los juicios positivos de valor que admito sobre el otro, buscando propiedades de jerarquía más ínfima que los sustituyan, adhiriéndose al nuevo juicio y rectificando el originario. Este proceder está movido, desde luego, por una malevolencia que puede revestir infinitos grados de intensidad. Profundamente confiesa Nietzsche: «Una cosa sé yo, y en otro tiempo la aprendí de tí, ¡oh Zaratustra!: que, quien desea matar más a conciencia, se ríe.» La labor intelectual de «desprestigio» es consciente la mayor parte de las veces; y es graciosa cuando el término de comparación elegido en lo suficientemente intuitivo; agudo y discreto, para mover al propio entendimiento y a los demás a una agradable rectificación más o menos duradera. La ironía si es profunda y amarga, es por que logra sorprender comparaciones certeras y esenciales, aunque desoladoras.
7. Qué es, por último, lo ridículo? Sin duda, en cuanto a objetivo, lo ridículo es una relación entre objetos, o mejor, entre partes abstractas de objetos (por ejemplo, la forma geométrica de un rostro humano y la forma geométrica de cualquier animal). Por esto, la ridiculez no existe sin una abstracción: es decir, sin un entendimiento capaz de abstraer ciertas determinaciones de los objetos y establecer entre ellas peculiares relaciones. Pero todavía con esto, no hemos llegado a lo ridículo en acto. Estamos ante una ridiculez puramente virtual –que independientemente de la acción abstractiva del entendimiento, ni siquiera existe como tal– aunque totalmente objetiva. Para que esta ridiculez llegue a ser formal, es necesario que el entendimiento ponga en ridículo esta relación que todavía en sí no lo es; es decir, que el entendimiento juzgue, y luego rectifique convenientemente.
Es por esta razón por lo que no siempre resulta legítimo reírnos de lo ridículo. Si la ridiculez fuese una relación formalmente existente entre las cosas, no reconocerla sería un acto más o menos caritativo, pero hipócrita. Mas sí la ridiculez es un resultado de las interpretaciones judicativas de ciertas relaciones objetivas, entonces habrá ocasiones en que aquellas interpretaciones, aunque dialécticamente brotadas del entendimiento, serán superficiales, puramente metafóricas y en consecuencia erróneas. Sólo un espíritu resentido o, sencillamente, frívolo propenderá a mantenerse en estas semejanzas corticales, sin decidirse a destruirlas lentamente –y por ello, sin necesidad de nuevas carcajadas– para reconquistar la templada evidencia de la verdad.
Es cierto que la prudencia debe evitar gestos, ademanes, frases, &c. que puedan suscitar asociaciones de ideas en los demás que, aunque superficiales, sean permanentes en los espíritus también superficiales, pero cuyo aprecio nos interesa defender. Por el contrario, la habilidad del humorista estriba en desarrollar analogías que, aunque epidérmicas y aviesas, posean la intuitividad suficiente para imponerse luminosamente al público al que se dirigen.
Pero el hombre noble y sabio posee la ciencia de los límites de lo ridículo, y, lo que es más importante, el arte de limitarlo.

Texto tomado de http://filosofia.org/hem/195/ga95303a.htm
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20.04.16

La usencia de Gabo


Por estos días (17 de abril) se cumple el segundo aniversario de la muerte de Gabriel García Márquez. Nobel de literatura y autor de Cien años de Soledad. Un año en el que se ha escrito demasiado y poco con, miles de fotos, vídeos, añoranzas y críticas sobre su obra y  su persona. Han dejado de manifiesto que el "Maestro" pervivirá en el recuerdo y sus obras seguirán siendo más leídas y reconocidas. Un año en que el periodismo del mundo sigue en crisis y en el que la Comunicación avasalla sin piedad, todo anunciado por él, hace mucho tiempo. Nuestro humilde homenaje es cada día hacer mejor nuestro trabajo, aportar con nuestra visión y mantener el ejemplo vivo de  hacer  un "periodismo leal, crítico y pensando en la gente".Que en Paz Descanse. Este texto relata mi experiencia personal al conocerle y compartir con él un taller en la Fundación para el Nuevo Periodismo.

La primera vez que vi a Gabriel García Márquez fue en Ibagué en 1996 para el estreno de una película basada en uno de sus textos y de Sófocles, “Edipo Alcalde”, aquella noche estuve durante más de tres horas esperándole fuera para hacerle una entrevista. Tarea difícil aquella, porque yo era un simple reportero de la sección de Cultura de un periodico  local y él, un intelectual que reinventó el periodismo.  

Sobre las 22 horas, salió del pre estreno, tan pronto lo vi, empecé a temblar y en un ataque de valentía me fui directamente a su encuentro, mientras alguno de sus acompañantes se interponía en el camino, logré superarlo con un driblin de delantero y me paré frente suyo: Buenas noches maestro, - dije-, ¿Cómo le pareció la película?, disparé. Allí empezó una conversación de unos diez minutos que nunca olvidaré y que se publicó al día siguiente en la edición diaria.  

Fue tanto el hablar e insistir que Gabo, con prisa, me dijo; “Los periodistas siempre saben cómo empezar una entrevista, pero nunca terminarla“, yo asentí e hice mi última pregunta. Él, ya un poco mosqueado me espetó caminando; “ve a la Fundación para el Nuevo Periodismo”.  

Le hice caso, tras un difícil proceso de inscripción me apunté a un Taller sobre Reportaje cuyo objetivo era conversar con García Márquez, aprender algo más del oficio pero sobretodo descubrirlo. Llegué a Cartagena de Indias, con la ilusión de un niño y el nerviosismo de un adolescente que vería a su máximo héroe. 

Ya en el taller estuvimos hablando un rato con unos 12 periodistas asistentes al Curso. Cuando de pronto apareció Gabriel García Márquez, con un halo de dandi y un cierto aire angelical. Yo estaba muy nervioso casi atónito.  

Se sentó a mi lado, vestía de dril, con una camiseta ancha de colores tropicales y unas chanclas que denotaban el largo de sus dedos. Lo pude comprobar cuando se acomodó ante el asiento. Habló de todo; pero más de periodismo, de política, de cultura, del Gobierno de Samper (19941998) y de una huelga de peajes que había en ese momento en el país, se atrevió a aseverar que ese problema podría tumbar al presidente, se equivocó. Incluso alguien le preguntó sobre sus proyectos a lo que respondió con desparpajo: “me faltan años para hacer más cosas”.
Ríos de tinta se han escrito en el mundo tras su muerte: lugares, amigos, política, fotos cine, televisión, teatro, música, arte, literatura y hasta supimos que le gustaba el tenis, un largo sinfín de temas que demuestra la connotación del Nobel en las personas, sin exagerar. Elena Poniatowska, dijo que “antes de Gabo éramos los condenados de la Tierra. Pero con sus Cien años de soledad le dio alas a América Latina. Y es ese gran vuelo el que hoy nos envuelve y hace que nos crezcan flores en la cabeza“. Habría que añadir que el vuelo se extendió por el mundo. Su propio sentido Universal, el mismo que reflejó en sus libros. Igual se le podía entender en el Banco, Magdalena, en Limburg Lahn, Shanghái, Izmir, Temacula, Addis Abeda, Madagascar o la luna, el caso es que Gabo, enseñó a la sociedad del mundo. Personalmente me quedo con su persistencia y sus ganas de vivir, pese a los años siempre quiso hacer algo y eso reivindica la noción de existir. Una vida sin objetivos no es vida.


La cátedra de ese día en la Fundación para el Nuevo Periodismo estuvo plagada de anécdotas y algunas historias, duró unos minutos, y luego Gabo se fue como vino. Con su aire de otro planeta. Nos quedamos en silencio y con la sensación que era poco. Esa misma noche el grupo se citó para cenar y según me contaron, Gabo asistió y se tomó un par de  güisquis . Yo estuve enfermo y con dolor de estómago toda la noche. Llegué a pensar que había sido por la emoción de conocerle personalmente, de percibir su energía, aunque sea un poco, que fue mucho. De tenerle cerca, de captarlo como escritor, cineasta, periodista o simplemente como un gran ser humano, un genio.  
Después de saber la noticia de su muerte, el jueves santo, 17 de abril de 2015, me entró un frío en el cuerpo y curiosamente sentí que las piernas me seguían temblando, como cuando lo vi por primera vez.  

Por Rafa Cely Ulloa  
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25.03.16

La universalidad de la Fe

En estos días, en que el mundo se debate entre el miedo y los radicalismos religiosos, se nos plantea la vieja disyuntiva entre fe y ciencia. Sea cuál sea la decisión "la universalidad de las creencias religiosas sugiere que fueron útiles para la supervivencia y favorecidas por la selección natural". Aquí este texto, sobre ese sentido.



 Hay una idea sobre la religión que puede incomodar tanto a ateos como a creyentes. Su universalidad hace pensar que está inscrita en el cerebro humano gracias a la selección natural, porque cumple alguna función que ayudó a los creyentes a sobrevivir. Los humanos habríamos evolucionado para crecer con el germen de la fe en algún tipo de dios o dioses, del mismo modo que, según planteó Noam Chomsky hace décadas, los niños vienen al mundo con estructuras neuronales que les permiten aprender el idioma de sus padres. Después, el entorno es el que determina el lenguaje o la religión particular que se aprende.

Los estudios con gemelos idénticos y mellizos separados al nacer llevados a cabo por el investigador Thomas Bouchard muestran que la carga genética está relacionada con lo religiosa que es una persona. Los gemelos nacidos de un mismo óvulo tenían una forma de pensar mucho más parecida entre sí que los mellizos que nacieron a la vez pero de distintos óvulos. Uno de los hallazgos más llamativos de este tipo de estudios es que si un gemelo era criado en una familia atea y otro en una católica practicante, ambos acabarían manifestando de un modo muy similar su fe o su falta de ella. Además, Bouchard vio que la relación entre la influencia genética se incrementa respecto a la del entorno con el paso de los años, cuando la influencia de los educadores se reduce.

"El único gesto es creer o no.  Algunas veces hasta creer llorando". 
Chico Buarque.



 Desde el punto de vista individual, la religión y las supersticiones tienen una utilidad como herramientas para hacer frente a la incertidumbre de la vida diaria. Algunos estudios sugieren que la existencia de un orden supremo y la posibilidad de influir en él a través de ritos sirve para reducir el estrés que genera no saber qué sucederá en el futuro. Esto puede ayudar a entender por qué algunos de los hombres más poderosos del mundo, como el presidente francés François Mitterrand o el estadounidense Ronald Reagan, líderes de países con un poderío científico e intelectual inmenso, pero también sometidos a tremendas incertidumbres, demandaron los servicios de astrólogos y videntes para sobrellevar las dudas propias de su oficio.

Un trabajo realizado por psicólogos de la Universidad de Queensland, en Australia, planteaba que creer en que el futuro es predecible incrementa la percepción de que ese futuro se puede controlar. Por lo tanto, explicaban, “la creencia en la precognición [la capacidad para predecir el futuro] debería ser particularmente fuerte cuando la gente más desea el control, es decir, cuando no lo tienen”. Sus experimentos comprobaron que las personas que sienten que no pueden manejar una situación creen más en los futurólogos que los que creen que tienen todo bajo control.

Esta relación entre atracción por poderes ocultos e incertidumbre, también se ha observado tras atentados como los de ayer en Bruselas. En EE UU, tras el 11-S, se multiplicaron las ventas de los libros del astrólogo del siglo XVI Nostradamus. En las semanas que siguieron a los ataques, el bestseller francés coló en la lista de los más vendidos de la tienda Amazon tres versiones de sus célebres y ambiguas predicciones, en las que algunos interpretan que adivinó la llegada de Hitler al poder o la epidemia del sida.

Junto a las necesidades particulares que puede satisfacer la religión, varias hipótesis han tratado de explicar la tendencia humana a creer en dioses a través de sus efectos sobre los grupos. En las sociedades del paleolítico, probablemente igualitarias y sin sistemas para imponer el orden por la fuerza a la manera de los Estados modernos, la religión habría servido para fortalecer los vínculos entre los individuos de la tribu y controlar los impulsos egoístas por miedo al castigo divino. Experimentos como los realizados por Jesse Bering, psicólogo de la Universidad Queens de Belfast, muestran que los niños son menos proclives a engañar cuando piensan que les vigila un ente invisible. En su opinión, este tipo de resultados sugiere que creer en que los dioses o los ancestros muertos nos vigilan sirvió para fortalecer la cooperación en los grupos de cazadores recolectores.

Aunque existen dudas sobre la posibilidad de que la selección natural actúe sobre grupos en lugar de sobre individuos, hay biólogos como Eduard O. Wilson que creen que en las sociedades humanas primitivas se dieron las circunstancias para hacerlo posible. Por un lado, el igualitarismo habría facilitado que los individuos altruistas transmitiesen sus genes a la siguiente generación, y por otro, las continuas guerras con otras tribus acabarían por beneficiar a los miembros de grupos más cohesionados.

Más adelante, según proponía un estudio publicado recientemente en la revista Nature, la creencia en un dios moralista, omnisciente y capaz de castigar a quien no siguiese sus mandamientos, se convirtió en un pilar sobre el que se construyeron las sociedades complejas. A diferencia de los humanos que vivieron en los pequeños grupos de cazadores recolectores antes de la aparición de la ganadería y la agricultura, los habitantes de los Estados civilizados no conocían personalmente a todos los miembros de su sociedad. La presencia del dios vigilante habría servido para fomentar la cooperación entre desconocidos que compartían religión.

La religiosidad, que fue útil en algunos momentos de la evolución humana, no está exenta de efectos negativos. La capacidad de cooperar evolucionó en un entorno en el reforzar los lazos con los miembros de nuestro grupo cultural era clave para la supervivencia, en buena medida porque era necesario para enfrentarse con éxito a otros grupos. Antropólogos como Michael Tomasello afirman que “las diferencias de trato a los miembros del grupo y a los que no lo son” son uno de los “hallazgos más sólidos de la psicología”. Por su parte, el sociólogo Robb Willer, de la Universidad de Stanford (EE UU), ha observado que las personas no creyentes se veían más motivadas por la compasión a la hora de ser generosas. Para quienes tenían fe, las emociones eran menos importantes en su decisión de ayudar al prójimo que, por ejemplo, la identidad de grupo. El instinto de desconfiar de las personas que no consideramos de nuestro grupo se ha azuzado durante milenios para enfrentar a unos humanos contra otros con los más diversos intereses y en esa tarea, la religión, tan eficaz para unir, también lo ha sido para separar.

Tomado de El País
Daniel Mediavilla
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